Bardita dice que por qué me meto en estos líos, con todo lo que tenemos que hacer. Hay tanto que pasear y dormir, que son las cosas que a ella le gustan, y tantas novelas que escribir, que es lo que me gusta a mi, que no lo comprende. Me mira con sus enormes ojos negros y mueve hacia atrás las orejas puntiagudas intentando asimilar mi nueva ocupación. Creo que intuye que podría fracasar. Sobre todo porque ella sabe qué tipo de escritora soy: una escritora lenta. Soy una escritora artesanal, poco adecuada para el ritmo que requiere un blog. Los bloggeros que conozco son gente expresiva y locuaz, nada que ver con la parsimonia con que me tomo yo este asunto literario. Escribo a paso de tortuga, pensándolo mucho y retocando hasta el aburrimiento. Menos mal que a mí no me aburre corregir y, por suerte, mis lectores lo agradecen. Además, como estoy escribiendo una nueva novela y me obsesiono hasta el extremo de olvidarme de comer, no sé que espacio tendrá en mi vida este nuevo ingrediente literario. A pesar de todos estos inconvenientes, inauguro esta bitácora con el espíritu elevado que requieren las grandes aventuras. Me asomaré a este rincón de vez en cuando e intentaré alimentarle, mimarle y darle alguna prosperidad, más que nada porque me animan mucho los desafíos
Otra cosa que me gusta es estar al día y eso que cada vez es más complicado con tanta tecnología andando ante nuestros ojos. Aun así, yo me apunto a un bombardeo. Por eso y
porque los hados me han regalado la fortuna de que una nueva editorial: Editorial Amarante, se haya fijado en mis letras, me he pasado, al menos con una pierna, al lado de lo digital. Todavía no sé si la derecha o la izquierda, y así ando, volada desde hace un
par de semanas tratando de asimilar mi nueva condición. Pero qué moderna te has vuelto-, me dijo Barda, Bardita el otro día- ahora publicas en digital. Ya ves – le dije – siempre fui muy vanguardista, aunque tú conozcas de mí el lado más sosegado y casi maternal. Me agaché para hablarle al oído: – Pero esto que me pasa contigo son cosas de la edad, no se lo cuentes a nadie. Pareció conforme con la confidencia y se marchó contenta a ladrar a la terraza. A veces pienso que es una cotilla, no puede guardar un secreto y en cuanto tenemos alguna novedad sale rauda a contárselo a sus amigotes del barrio.
Esto del blog todavía no ha salido a compartirlo con sus colegas, pero todo se andará. Yo mientras tanto le doy la espalda y me siento a teclear, y ella, que es una perrita
prágmatica y juiciosa me mira con resignación. En fin, parece decirme, tú sabrás en qué líos te metes. Y se tumba a dormir en una de sus muchas camas.
Quién fuera Barda.